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La Inmunodeficiencia Felina

Este virus fue aislado por primera vez en California en 1986, aunque se tiene constancia de su existencia desde los años 60. Dada su similitud con el VIH humano se le ha llamado también el SIDA felino, este nombre puede inducir a error: no hay que temer un contagio puesto que el virus afecta exclusivamente a los gatos. El gato doméstico es el más castigado por la enfermedad. Se ha detectado también la presencia de virus en felinos salvajes, pero las cepas virales presentan diferencias significativas respecto a la de nuestros gatos domésticos.

¿Qué es?

Se trata de un virus que se ha asociado a la familia de los lentivirus, afecta al sistema inmunológico del gato reduciendo la capacidad del organismo de luchar contra otras infecciones.
El virus de la inmunodeficiencia felina (FIV) no es en realidad el responsable real de la muerte del animal, son las afecciones secundarias (infecciosas, bacterianas, etc) las que acaban por minar de forma definitiva su salud, ya que al no tener el sistema inmunológico en buenas condiciones el gato no es capaz de luchar contra enfermedades que para un gato sano no pasarían de leves molestias.
Aunque no existe cura contra el FIV se puede luchar contra estas otras alteraciones secundarias, si mantenemos un estricto cuidado de nuestro gato FIV positivo puede llegar a tener una esperanza de vida totalmente normal.

“Gracias a los nuevos tratamientos recibir la noticia de que nuestro gato es positivo no debe ser considerado como una sentencia de muerte, tan solo tendremos que ser especialmente cuidadosos en sus atenfciones.”

¿Qué gatos pueden coger el FIV?

Todos los gatos están expuestos a esta enfermedad. No existe una mayor incidencia por países, climas o razas. Se han diferenciado distintas variedades de virus algunas de ellas más o menos localizadas en determinadas zonas geográficas, pero en cualquier caso la enfermedad es un riesgo para toda la población felina mundial.
La mayor tasa de infección se da entre machos adultos no castrados que tienen acceso al exterior. Este índice mayor de contagio se produce por las costumbres del animal, no por que las hembras o los animales de otras edades sean más resistentes al contagio. Cualquier gato que entre en contacto con el virus puede enfermar, lógicamente, a mayor contacto con gatos desconocidos, mayor riesgo.

¿Cómo se transmite?

Aunque existen bastantes contradicciones aún sobre las formas de contagio, en lo que se coincide es que la transmisión más común se produce a través de la saliva, generalmente mediante la mordida durante peleas. El contagio se produce tanto si el animal que muerde es el portador de virus como si es al contrario.
Es por ese motivo por lo que los machos adultos no castrados, más propensos a las peleas territoriales, están más expuestos a contraer el virus. 
La única forma de prevenir el contagio es evitar el vagabundeo del animal impidiéndole, en la medida de lo posible, su libre acceso al exterior donde pueda entrar en contacto con otros gatos. En caso de que esto sea imposible puede reducirse el riesgo de peleas castrando al animal para evitar los enfrentamientos por las hembras del barrio.
La transmisión venérea (por vía sexual) no está probada, ni tampoco la transmisión vía placentaria o a través de la lactancia, lo que no significa que esta no sea, definitivamente, una vía de contagio. Hacen falta estudios más rigurosos para determinar la forma exacta por la que un animal puede ser infectado.

La saliva de los animales infectados (especialmente en el estado asintomático de la enfermedad) contiene una gran cantidad del virus, no descartándose tampoco de forma definitiva que no pueda producirse contagio a través del acicalamiento. Otros fluidos como la orina contienen el virus, pero en cantidades despreciables en comparación con la saliva.

A pesar de todo se trata de un virus muy frágil que no sobrevive con facilidad fuera de cuerpo del hospedador, por lo que no se transmite por compartir utensilios tales como bolsas de transporte, etc. Un ser humano no puede contagiar el virus a un gato sano tras haber estado en contacto con un animal infectado, el virus no sobrevive en las manos o la ropa, por lo que no corremos riesgos al manipular animales infectados.

¿Cómo puedo saber si mi gato está infectado?

Por lo general se realiza un análisis de sangre para localizar los anticuerpos. 
Al entrar en contacto con el virus, el organismo del animal genera unos anticuerpos en un intento por luchar contra la enfermedad. Estos anticuerpos son los que son detectados mediante los análisis, por lo que hay que ser muy precavidos a la hora de interpretar los resultados de las analíticas.
Una gata infectada puede pasar sus anticuerpos a sus crías a través de la lactancia. Estos anticuerpos permanecerán en el animal hasta los cuatro meses de edad, pudiendo dar lugar a un falso positivo en los análisis. Habrá que repetir la prueba a los seis meses de edad para determinar si el gatito es o no portador de la enfermedad.

Incluso el positivo en gatos mayores de seis meses debe ser contrastado con otro análisis que deberá ser realizado mediante una prueba distinta de la anterior. Lo común es que se proceda a una analítica de rutina (generalmente por un método  llamado ELISA) y si da positivo se realice posteriormente un análisis tipo Western blot, que nos confirmará el resultado. 
Otro falso positivo puede darse en gatos que han sido sometidos a la vacuna con el virus FIV, los anticuerpos generados para neutralizar el virus permanecerán en el gato durante toda su vida, pudiendo dar lugar a falsos positivos.
Si la primera prueba resultase negativa pero el veterinario observa síntomas que puedan indicar que es portador de la enfermedad es necesario repetir la analítica. Recordemos que toda prueba de laboratorio es susceptible de fallo, en estos casos es mejor asegurarnos. Un gato recién infectado no dará positivo en los test, la seroconversión ocurre a partir de las dos semanas pudiendo retrasarse hasta las 16 semanas después de la infección.

Cualquier gato con acceso al exterior o que entre frecuentemente en contacto con gatos extraños (por ejemplo animales de criadero) debe ser sometido a analíticas anuales para detectar la enfermedad lo antes posible.

¿Cómo evoluciona la enfermedad?

Cuando el animal resulta infectado comienza un proceso que no tiene duración determinada, pero que suele ser como sigue:

INFECCIÓN: entre las 4 a 6 semanas posteriores a la infección el gato presenta un cuadro clínico leve que de hecho suele pasar desapercibido para el propietario. Los síntomas más comunes son fiebre, (neutropenia, limfopenia), inflamación de los nódulos linfáticos. En algunos casos, aunque rara vez, pueden observarse anemia, diarrea, estomatitis o dermatitis facial.

FASE ASINTOMÁTICA: Tras esta primera fase la enfermedad permanecerá asintomática durante un período de tiempo variable que puede extenderse con facilidad años.

COMIENZO DE LOS TRASTORNOS: tras esa fase en la que la salud de nuestro animal no está aparentemente afectada el gato empezará a padecer distintas enfermedades oportunistas tanto víricas como  bacterianas; son especialmente comunes las afecciones de la cavidad bucal como gingivitis, periodontitis... también es frecuente la aparición de estomatitis.
Cualquier tipo de ataque vírico o bacteriano aprovechará la incapacidad de nuestro gato para defenderse por lo que las enfermedades secundarias (y por lo tanto los síntomas) son de lo más variadas. Podemos mencionar rinitis, neumonía, diarrea, otitis purulenta, dermatitis, cistitis, glaucoma, hemorragias retinales...
Otros síntomas que padecerá durante esta fase son fiebres intermitentes, pérdida de peso, anemia... 
También se ha asociado a la presencia del FIV enfermedades cancerígenas (linfomas o carcinomas...)

FASE TERMINAL: Si estos trastornos no son  curados el gato acabará muriendo víctima de cualquiera de las enfermedades que sufra. Un gato FIV positivo que no sea atendido debidamente morirá, no será capaz de resistir indefinidamente las infecciones secundarias. Es por este motivo que se dice que el FIV es una enfermedad incurable y mortal.

TRATAMIENTO

No existe tratamiento efectivo que elimine el virus de la inmunodeficiencia felina. Un animal infectado será portador durante toda su vida. 
Los tratamientos deberán ir encaminados a evitar o erradicar las enfermedades oportunistas que vayan surgiendo. Es de especial importancia para estos gatos atajar las afecciones lo antes posible debido a la debilidad de su sistema inmunitario. También se utilizan reforzadores del sistema inmunológico para ayudar al gato a mantener la salud.
Mantener al animal portador en un ambiente lo más sano posible, evitarle situaciones de estrés que puedan bajar más sus defensas y tratar cualquier síntoma en cuanto aparezca es suficiente muchas veces (en los casos en los que la enfermedad ha sido diagnosticada en la fase asintomática) para conseguir que la esperanza de vida del animal sea la misma que la de un gato no infectado.

PREVENCION

Las vacunas que se utilizan actualmente no tienen una eficacia demostrada por lo que la única forma de prevención posible radica en evitar el contagio. No permitir que el animal tenga contacto con gatos que no sepamos sanos es la única forma de evitar al 100% la infección. Si nuestro gato tiene acceso al exterior será conveniente castrarle para evitar peleas con otros gatos en las que pueda resultar infectado, pero nunca será un método totalmente seguro, puesto que la castración reduce el número de peleas pero no las evita por completo.

Si tienes un  gato infectado:

Evita que entre en contacto con gatos sanos para evitar su contagio. Impídele el acceso al exterior donde pueda pelearse e infectar a otros congéneres. Si no lo haces por los demás al menos hazlo por él: si tu gato infectado entra en contacto con otros animales desconocidos está exponiéndose a que le transmitan cualquier virus o bacteria que para tu animal puede resultar fatal.
Si le llevas a una residencia advierte al cuidador de que tu gato es FIV positivo para que extremen las precauciones de higiene y cuidados. El contagio indirecto no es posible: tu gato no transmitirá la enfermedad a otros a través del aire o de las manos o ropas del cuidador, tampoco dejará “virus” que puedan contagiar a los gatos que ocupen posteriormente su jaula, pero tu mascota sí que puede resultar contagiada por enfermedades que tengan otros gatos junto a los que sea alojado.

La adopción de gatos FIV positivos

Muchos de los gatos rescatados de la calle son positivos, esto dificulta y en muchos casos imposibilita su adopción por el temor del adoptante a esta enfermedad. Aunque el contagio entre gatos positivos y negativos que conviven juntos es mucho menos frecuente de lo que pudiera parecer, no podemos desde aquí animar a alguien a que ponga en peligro a sus gatos sanos adoptando un animal positivo. Sin embargo, si no tienes más gatos –o los gatos que tienes son positivos- y el animal no va a tener acceso al exterior, no podemos por menos que pedirte que te plantees seriamente la adopción de uno de estos animales enfermos. Sus posibilidades de vida en un centro de acogida son mínimas, allí están expuestos a continuas infecciones y las condiciones higiénicas no son desde luego las necesarias para mantener en forma su precario sistema inmunológico. En un hogar, con las atenciones debidas pueden tener la posibilidad de tener una vida totalmente normal. Recuerda que el FIV sólo es transmisible a otros gatos por lo que ni tu familia humana ni canina corren ningún tipo de riesgo si acoges en tu casa a un animal infectado.